CASADO CON ENRIQUE JOAQUÍN LUCA LÓPEZ ASESINADO 17/9/1976
DESAPARECIDA 29/8/1976
Graciela nació en la ciudad de Buenos Aires el 29 de diciembre de 1951. Enrique era de nacionalidad uruguaya. Militaba en el MNL-Tupamaros. Vivieron durante un tiempo en Bolivia donde ambos militaban en el ELN. Sus compañeros los llamaban “Guille” o “Alberto Viroz” y a ella “Ela”. El 28 de junio de 1975 nació Carla en Miraflores, Perú. Graciela fue detenida junto a su pequeña hija el 2 de abril de 1976 en la localidad de Oruro, Bolivia. Según consta en un radiograma oficial, el 29 de agosto de ese mismo año las autoridades bolivianas entregaron a Graciela y a Carla a las fuerzas de seguridad argentinas. Por testimonios de sobrevivientes pudo saberse que ambas permanecieron detenidas en el CCD “Automotores Orletti”. Enrique fue asesinado el 17 de septiembre de 1976 en la ciudad de Cochabamba, Bolivia.
En 1983 Abuelas de Plaza de Mayo localizó a Carla en poder de Eduardo Alfredo Ruffo, integrante de la Triple A, y su esposa Armanda Cordero. El matrimonio se encontraba prófugo de la justicia hasta que en 1985, tras una intensa búsqueda, fueron localizados. La niña se realizó los análisis inmunogenéticos en el BNDG y en septiembre de 1985 los resultados confirmaron que se trataba de Carla, hija de Graciela y Enrique.
Carlos nació en Liniers el 14 de abril de 1948, era el segundo hijo de Pepe y Pepi, que por entonces eran muy jóvenes y vivían en la casa materna de Pepi, en la calle Tellier (hoy Lisandro de la Torre ), barrio de las mil casitas también llamadas casas baratas que hoy, en su mayoría, se encuentran recicladas.
A los meses de nacer tuvo un problema de salud que hizo peligrar su vida y que luego de que se recuperara lo dejara en un lugar de niño mimado que le duró unos cuantos años.
Luego a su hermano mayor Eduardo se le sumaron Yordy y Ana María completando así el número de hermanos, cuatro, que era un buen número para la época.
Los juegos de chicos eran básicamente en la calle y “la calle era de todos”, las veredas eran muy anchas, las calles empedradas y los juegos eran muchos, cazar mariposas, un picadito en la esquina, etc. a los que Carlos sumaba otros propios. Especialmente la manzana que hoy es Cosquín, Peribebuy, Boquerón y Carhué que era un potrero al cual llamaban “El Campito”, era un lugar ideal de juego y encuentro.
Pepe era hijo de una familia de artistas, y heredó la ocupación que su padre tenía para sobrevivir, llevar la contabilidad de distintos comercios. Era un hombre muy formado, leía muchísimo y tenía predilección por los debates.
Pepi era la hermana mayor de tres hermanos que habían quedado huérfanos de padre cuando eran muy chicos y por ese motivo se quedó sin seguir estudiando ya que eso era un privilegio para los hermanos varones.
Los primeros años de la primaria la hizo en la escuela que ahora es la N ª 15, distrito escolar Nº20. En esa época los varones podían ir a esta escuela hasta tercer grado, luego fue a la escuela 4 en Ramón Falcón y Lisandro de la torre. El primer día de clases Pepi invitaba a los amigos a tomar un café con leche con churros en la casa, que preparaba Yaya, la abuela. Estos primeros años de primaria Carlos los compartía con Cristina que era la hija de Margarita, una vecina de la vuelta. También Cristina era hermana de leche de Carlos ya que las madres ante algunas ocasiones amamantaban al bebé de su amiga.
Se estilaba en esa época hacer avanzar a los chicos algunos años en la escuela, es decir, hacerles aprobar libre para que en vez de pasar a primero superior, como se llamaba por entonces al segundo grado, pasaran directamente a segundo o a tercero. Eso mismo hicieron con Carlos.
Si bien la familia no era muy religiosa Carlos tuvo bastante inspiración mística, incluso empezó el catecismo justo en el año de la discusión entre la Educación Laica y la Educación Libre. Un día volvió llorando del catecismo porque el cura del barrio había dicho que los que estuvieran bajo educación laica estaban con el anticristo, y Carlos lloraba porque entonces, en su familia de educación laica, estaban con el anticristo. Su mamá, que siempre fue de carácter, o mejor dicho de un carácter bien fuerte, le dijo que no se hiciera problema, no lo mandó más al catecismo y un día lo vistió muy lindo, se vistió ella y lo llevó a tomar por su decisión la comunión. A otra Iglesia, claro, la misa se daba en latín y con el cura de espaldas, Pepi lo puso en la cola de la gente que estaba por comulgar y después lo llevó a una confitería para festejar. Semejante acto libertario, sin embargo, no debe haber dejado una predilección por los sacramentos católicos ya que con el pasar de los años se reconocería ateo y no se casó por Iglesia.
La secundaria fue en el Nacional 13. Ya para esa época el Nacional 13 tenía fama de bravo y lo llamaban “semilla de maldad”. Para el grupo de compañeros de secundaria, Carlos era bajito porque creció tarde y porque era menor que el común de sus compañeros, sin embargo tenían un grupo de bastante camaradería. Cuando estaban muy aburridos iban a la Avenida General Paz a ver autos y conversar o a dejar pasar el tiempo simplemente. Una vuelta el aburrimiento llegó a tal extremo que con un amigo, Oscar, se hicieron presentes en un campeonato de canasta que organizaban una viejas del barrio y no se retiraron hasta que les ganaron a todas, para molestar no más.
Con este amigo, Oscar, pasó una vez algo gracioso. Oscar quería ser marino mercante y Carlos abogado. Un día Oscar le pidió Carlos que lo acompañase a anotarse en la escuela de la marina mercante. Una vez allí Carlos, por compañerismo, se anotó también. Se presentaron los dos a rendir el examen de ingreso y vaya paradoja… Carlos entró y Oscar no. Por esta burla del azar/picardía del destino Carlos resultó marino mercante y Oscar ya de más grande, se vengó de sus suerte comprándose un velero con el que todavía hoy recorre distintos lugares.
Para los Arias el hecho de que Carlos estudiara en la marina mercante fue muy especial. Por un lado, por todo lo sugestivo que implicaba pensar que uno de los integrantes de la familia iba a recorrer el mundo, ir a Europa que era el sueño de muchos sobre todo de los padres que habían abandonado España de chicos y nunca más regresaron. Y por otro lado, por el elevado costo que implicaba el estudio, los uniformes, etc. Además el régimen de cursada y las embarcaciones no le permitían a Carlos trabajar. Los Arias eran una típica familia de clase media. Pepe llevaba la contabilidad de varios negocios, en especial de panaderías, y cuando había balances la cosa andaba bien, pero algunos meses resultaba difícil la economía doméstica, Pepi en cambio no trabajaba. Sólo de soltera había zurcido medias en su casa, pero nada más.
Y Carlos empezó a viajar. Y ahí las cartas, las vueltas.
En el medio de todo esto, un día Margarita llamó a Pepi porque Cristina, que había compartido los primeros años de primaria con Carlos, estaba muy deprimida por una pelea con un novio de ese momento, y le pidió que Carlos la llamara para salir. El pedido fue efectivo y Carlos y Cristina empezaron a compartir salidas de viernes por la noche, correría el año 67. El lugar al que empezaron a ir esos viernes era el Instituto de Cultura Religiosa, que se encontraba en la calle Rodríguez Peña y en el que realizaban cine debate. Iban con Alejandro y Cristina, una pareja de amigos de Carlos. Probablemente ellos no supieran que en ese lugar, ininputable por su aspecto parroquial era administrado por los que luego serían los sacerdotes del tercer mundo, en la cafetería del sótano convergían la FAP , unos chicos del nacional Buenos Aires que participaban con Mujica y que luego crearían a Montoneros, los estudiantes de la escuela de teología que funcionaba allí, en fin. Carlos para ese momento era fervientemente ateo, sin embargo parece que el lugar tenía su atractivo. Para esa época empezaron también a leer a distintos clásicos de la época, “Los condenados de la Tierra ” de Fanon, y otros.
Carlos era un tipo que tenía metas firmes y que no bajaba los brazos. Era tan dulce como obcecado, tenía un carácter bastante fuerte, característica muy familiar ya que los Arias resolvían sus diferencias generalmente con gritos apasionados, y nadie se preocupaba demasiado por esto.
Los Arias seguían viviendo en la casa de Tellier y a pesar de que la familia seguía creciendo, vivían juntos: la abuela, dos hermanos de Pepi, Pepi y Pepe y sus cuatro hijos. Tenían la costumbre de comer en la cocina, cosa bastante incómoda porque entraban como a presión en esa cocina tan pequeña, pero costumbres son costumbres. La casa de Tellier tenía la puerta abierta siempre y si estaba cerrada las llaves se encontraban rápidamente debajo de una maceta. Otra opción era entrar por la ventanita del baño. Y generalmente tenía un montón de gente adentro. Los amigos de Carlos y de sus hermanos solían pasar gran cantidad de tiempo en esta casa, se quedaban a dormir y nunca nadie tenía bien en claro cuánta gente había en la casa en un momento puntual.
Un día en un baile que organizaba la escuela de la marina Mercante Carlos conoció a una chica, Inés, que era la hermana de dos alumnos de la escuela. Al finalizar el baile volvieron en el tren, Carlos con Cristina e Inés con Manuel, su hermano. Carlos y Cristina bajaron en Liniers, Inés y Manuel siguieron hasta Castelar, donde vivían, aunque previamente cambiaron sus datos y arreglaron un próximo encuentro.
Inés era muy flaquita, medio rubiona, con el pelo lacio y los ojos verdes, era la menor de cinco hermanos de una familia bastante conservadora y había empezado a estudiar Servicio Social.
Inés y Carlos se pusieron de novios y comenzaron las lacrimógenas despedidas cuando Carlos tenía que hacer un viaje, las típicas discusiones de la época sobre el matrimonio y el amor libre. Aunque creo que hasta hoy los padres de Inés no lo deben saber, partieron de vacaciones a Córdoba siendo novios, cosa bastante inusual/osada (clausurare) por el clima pacato de época. En agosto del año 70 se casaron. Lo del Casamiento no fue fácil, Inés quería casarse por Iglesia y para Carlos esto era por poco una herejía. Inés fue a hablar con Cristina a ver si podía intermediar, Cristina lo intentó pero no hubo caso. “Si no creés, ¿qué te importa?” le sugirió Cristina, a lo que Carlos respondió: “es una cuestión de principios”, y finalmente fue el civil y nada más.
Se fueron a vivir a un departamento en Caballito. El departamento tenía un dormitorio que era chiquito y una sala que tenía un pequeño estar en ele. Ellos tenían la mesa con las cuatro sillas, como en esa época correspondía, de paja con el respaldo alto de madera y la cocina era chica. Del otro lado tenían un sillón que era un arcón y ahí se quedaban a dormir una infinidad de visitantes. Cristina tenía las llaves y una docena de personas más también. Cuenta Cristina que era frecuente abrir la puerta y encontrarse con una pareja a los mimos, y bueno, esas cosas.
Carlos había empezado a estudiar Sociología, en la Universidad que estaba intervenida y a la que había que entrar mostrando el documento a la policía.
Cristina, a todo esto había empezado a militar en Montoneros que para ese entonces era una incipiente organización, a esta organización invitó a participar a Carlos e Inés. Ninguno de los dos tenía una tradición familiar peronista, ni tampoco militante, por el lado de Carlos si tenían mayor tradición de discusión política y una tendencia más claramente definida hacia la izquierda. A Carlos le costaba entender el fenómeno del peronismo e intentaba racionalizarlo todo. Inés era más intuitiva lo cual le facilitó el tránsito. Y en el medio de interminables discusiones y la cercanía a la militancia de base, experiencia que hicieron en Moreno y Morón, lugar al que los destinó la organización, terminaron los dos siendo militantes, peronistas y montoneros.
Las actividades eran tanto sociales, de movilización, como de agitación, en donde entre otras cosas tuvieron entrenamiento militar. Las actividades eran muchas y además Carlos e Inés trabajaban y estudiaban, tiempo de algún lado había que sacar, así que dormían muy poco. Ponían el despertador adentro de una cacerola para que suene más fuerte y así y todo había días en que no lo escuchaban.
Carlos era un morocho de boca muy grande, por lo que le decían “el bocón”, aunque en la familia le seguían diciendo Carlitos y por mantener clandestina la identidad en las prácticas de la organización también se llamó Julio o Esteban, pero por cuestiones obvias el apodo de bocón lo acompañaba en mas de un ámbito.
El primer hijo de la pareja se hizo rogar. A Inés en los barrios en los que militaba le llamaban “la machorra” porque no tenía hijos y recién a los tres años de casados, en el año 73 nací yo que soy la hija más grande. Mi papá quería que me llamara María pero en esa época justo estaban pasando la novela “simplemente María” y parece que la cargada de sus amigos era preguntar por el nombre de su futuro bebé y cargarlo con la novela o con el tango, por lo cual Carlos -que poca paciencia tenía- un día se enojó y resulté con el nombre Ana, como la hermana más chica de mi papá. Nací bastante morochita y todos le decían: “Así te tuviste una hija de Base” y mi papá decidió que no me iban a poner aritos, ni me iban a pelar porque él “no iba a decidir ningún sacrificio en función de la estética”. Parece que la cosa no fue muy bien recibida porque cayó mi bisabuela y la negociación terminó en que me pusieron aritos, pero no me pelaron de lo que creo me quedó mucho cabello que a veces me cuesta peinar y un cierto desdén por la cuestión estética.
Cuando yo tenía más o menos seis meses, un operativo policial llegó a la casa de los padres de Inés en donde me dejaban a mí para que me cuiden. Cuando llegó Carlos a buscarme lo detuvieron y lo llevaron al departamento en donde vivíamos y al requisar la casa encontraron documentos y materiales que mostraban la relación con Montoneros, así cayeron presos los dos, Inés y Carlos. Carlos se inculpó de todo e Inés salió libre a los quince días, mientras que Carlos estuvo preso seis meses. La Causa se llamaba “Camps y otros”, él era uno de los otros. Una de las cartas que mandó desde la cárcel luego de retar a su madre por llevar cosas que consideraba no imprescindibles le decía que para estar preso le había servido haber hecho tantos viajes en barco, por esto de estar con gente que uno no elige, sin poder decidir salir un rato del lugar, etc.
Carlos salió libre a los seis meses por medio de una de esas amnistías de época. Y no volvió a militar en Montoneros al igual que Inés de la manera orgánica en que lo venían haciendo por distintas diferencias, una de las cuales, paradójicamente si les había costado entender a Perón el tiempo de militancia les había hecho reconocerse profundamente peronistas y la distancia que había tomado Montoneros de Perón y otras opciones de la organización decidieron su alejamiento.
A los nueve meses aproximadamente que Carlos salió de la Cárcel nació Manuel, rubio muy rubio. Manuel nació en el año 75, y las cosas en el país estaban empezando a mostrar lo que se venía. Así que para cuando nació Manuel, Inés decidió adelantar su licencia porque en el lugar que trabajaba que era DINEA (Dirección Nacional de Educación de Adultos) estaba por ser intervenida, la casa que estaban comprando a medias con el hermano de Inés se la llevó el Rodrigazo, y todo esto implicó que no hubiera muchas fotos de Manuel de bebé por lo que durante muchos años tuvo la duda de si era adoptado. Graciosamente Manuel tiene un parecido con Carlos asombroso.
Mi hermano y yo éramos terribles y a mi papá mucho no le preocupaba, es más, probaba métodos típicos de la época para educarnos sin limitaciones, esto a veces traía algunas consecuencias, como cuando comíamos yogur con la mano, pero bueno… tan mal no salimos.
En el año 76 todo parecía derrumbarse, Carlos e Inés se separaron en Marzo, para la época del golpe. Carlos que había dejado de navegar desde hacía algunos años volvió a embarcarse y comenzó la época de vivir escapando. Incluso en la casa de Tellier, que ya no tenía tanta gente como antes, Carlos refugió momentáneamente a algunos compañeros.
Por temor a que lo siguieran o lo fueran a buscar a la casa se encontraba a veces con Pepi en el bar que está sobre Rivadavia y que se llamaba Otto Más, o se encontraban en la placita los Andes / Sarmiento?
Había alquilado un departamentito en Caballito con un amigo.
En septiembre de 1977 desapareció Eduardo, el hermano mayor de Carlos (luego liberado) y para el 29 o 30 de diciembre secuestraron a Carlos, no se sabe muy bien cómo, se sabe que fue con su Citröen y en Capital Federal.
Supimos, después de mucho averiguar, que fue llevado al centro clandestino de detención llamado “el Banco“, en Richieri y Camino de Cintura y que probablemente lo mataron antes del mundial del 78.
Pepi se incorporó a las Madres de Plaza de Mayo.
Carlos cuando fue secuestrado tenía 29 años.
Carlos tenía una manera de reírse muy particular, como tirándose para atrás, y encima con el tamaño de su boca y con esos bigotes a lo mejicano era muy lindo, se reía muy lindo.
Del libro POR LA MEMORIA (año 2004) de la Comisión por la Memoria, la Verdad y la Justicia de Liniers, Villa Luro y Mataderos – xlamemoria@yahoo.com.ar
Carlos tenía 21 años. Creció en Azul, donde su mamá, Adelina Dematti de Alaye, fue maestra del Jardín 901. Estaba casado con Inés Ramos quien estaba embarazada. Su hija Florencia nació después de su desaparición. Era estudiante de psicología, obrero metalúrgico, delegado gremial y militante de Montoneros. Sus apodos eran “Laucha, Ratón, Néstor”
Fue secuestrado el 5 de mayo de 1977 por fuerzas presumiblemente de la marina con personal civil perteneciente al agrupamiento C.N.U. Un grupo de personas armadas se apostaron en la cuadra de las calles Bossinga y México de Ensenada. A eso de las 19 horas, Carlos pasó en bicicleta, en camino del trabajo a su casa. Uno de los secuestradores lo paró y le pidió fuego. Al parar, Carlos lo reconoció y trató de escapar. Ahí lo balearon, lo tiraron en la caja de una camioneta y se lo llevaron. El motivo immediato de la detención parece ser que su nombre apareció en papeles que tenían María Elvira Luis y su compañero cuando éstos fueron detenidos-desaparecidos días antes.
Fue llevado immediatamente al C.C.D. “La Cacha”. Aparantemente estubo allí por un tiempo antes de ser asesinado. La embajada de EEUU, a pedido del senador Tom Harkin, comunicó su preocupación al gobierno de Argentina quien negó que estubiera detenido. Su madre forma parte de la APDH La Plata y Madres de Plaza de Mayo
Joven brillante. Le decían “El Araña” por la habilidad que tuvo para entretejer la trama que le permitió casarse con la mujer que adoraba: Catalina Fleming.
Los dos eran peronistas y Montoneros.
Ambos fueron secuestrados en una cita de rutina que estaba “envenenada” el 9 de junio de 1977.
Catalina llegó muerta ya que pudo tomar la pastilla de cianuro.
Carlos María fue torturado y asesinado.
Para más datos sobre Catalina, ver su frondoso registro.
Fue la 4º hermana de una familia de clase media donde su padre era de origen irlandés. “No pasa inadvertida. Donde ella está, las miradas de todos los hombres convergen como una rutina. Ella es delgada, alta, de piernas cinceladas y perfectas, su cabello casi rozando la cintura. Su mirada llena de vida y hasta de picardía” puede leerse en “Fernando Vaca Narvaja, con igual ánimo”, el libro que escriben su hijo Gustavo y Fernando Frugoni. Hablan con propiedad, con conocimiento de causa, ya que Catalina fue la cuñada de Fernando. Su belleza era tal que en su adolescencia es modelo de algunas propagandas que se pasaban por los canales 3 y 5 de Rosario. Cuidando al mejor amigo de su novio en un post-operatorio se da cuenta que se está enamorando de él, y 6 meses más tarde contraen matrimonio; es Catalina Fleming de 19 años, casándose con el ingeniero Carlos María Araya.
Ambos eran peronistas y militan en Montoneros.
Catalina tomó parte del Rosariazo y en Venado Tuerto, provincia de Santa Fe fundó en un barrio humilde la primera guardería integral que cubría las necesidades de las madres y sus pequeños. Era una mina con tantas agallas que cuando su marido Carlos María cayó preso en la dependencia de la Policía Federal de Rosario durante la dictadura de Lanusse, ella lo rescató. Se presentó en la dependencia policial llamativamente vestida, le hizo el “entre” al cana y cuando este se embaló, le apoyó una 45 en la cabeza, le sacó las llaves de la celda, liberó a su marido y en ese lugar dejó al policía esposado y con la boca tapada. Afuera esperaba un coche con dos compañeros, los cuatro se retiraron sin despertar sospechas. Carlos María y Catalina decidieron irse a Corrientes, ya que luego de la fuga eran buscados por todo el país. Siguieron peleando y resistiendo, primero a la entrega y traición de Isabel y López Rega, luego a la dictadura militar videlista. Ambos fueron secuestrados en una cita de rutina que estaba “envenenada” el 9 de junio de 1977. Catalina llegó muerta ya que pudo tomar la pastilla de cianuro. Carlos María fue torturado y asesinado.
Carlos trabajaba en Seguridad Federal, Departamento Asuntos Políticos.
El 8 de junio de 1977, a las 7 de la mañana, Carlos salió para ir al trabajo. A las 11 horas llamaron a su madre para decirle que no había concurrido al trabajo. Inmediatamente llegaron a la casa tres policías de seguridad federal (el suboficial Maffei, el Suboficial Bellucci y el Inspector Jorge Altamente), fuertemente armados, para buscarlo. Le preguntaron a su esposa que colectivo tomaba y dijeron que iban a averiguar si había sido secuestrado por la subversión. Ese mismo día se presentó en su domicilio Carlos Rajil, agente de la SIDE, diciendo que venía a preguntar por Carlos, ya que dos chicas amigas de Rajil habían sido secuestradas.
El 10 de enero de 1977, José Luis APPEL DE LA CRUZ fue secuestrado por un grupo de civiles armados, en plena vía pública de la ciudad de Cipolletti, provincia de Neuquén, Argentina, ante los ojos de su cónyuge Carmen Angélica DELARD CABEZAS y de su hija. Carmen Delard desapareció en la Comisaría de esa ciudad al hacer la denuncia de la desaparición de su cónyuge.
El 17 de enero, una semana más tarde, su hermana Gloria Ximena DELARD CABEZAS fue detenida en su domicilio de Buenos Aires junto a su cónyuge Roberto CRISTI MELERO y sus dos hijos. Gloria Delard estaba embarazada de su tercer hijo. La patrulla de agentes de la Policía Federal los trasladó a la Escuela Mecánica de la Armada (ESMA), recinto desde donde desaparecieron.
Las dos hermanas Carmen y Gloria Delard y sus maridos eran estudiantes y militantes del MIR de la Universidad de Concepción. Perseguidos en Chile después del 11 de septiembre de 1973, aceptaron el ofrecimiento de un amigo de la familia, ex-coronel de Ejército, de ayudarles a cruzar la frontera chileno-argentina, instalándose en Neuquén y Buenos Aires, respectivamente.
Con posterioridad a la detención, los hijos de ambos matrimonios fueron encontrados por sus abuelos en distintos orfelinatos. En cuanto al tercer hijo, sólo se obtuvieron versiones no confirmadas sobre su nacimiento en cautiverio, sin que los padres de Gloria Delard hayan podido encontrarlo.
La Comisión ha llegado a la convicción de que ambos matrimonios fueron víctimas de desaparición forzada, en violación de sus derechos humanos, en el cuadro de la situación ya referida, pero no existen elementos suficientes para afirmar la participación de agentes del Estado de Chile en los hechos.
No queremos caer en lo formal de un simple homenaje.
Queremos hablar en presente, ya que entendemos que recordando cada momento, cada instante, es como creerse que se debe evitar volver al horror del pasado.
Simplemente queremos contarles quienes fueron nuestros hermanos, y quienes somos nosotros, los que hablamos en representanciónde nuestros padres y nuestros hijos.
Claudio Norberto Braverman estaba cursando el 5 año del Colegio Carlos Pellegrini, tenía 17 años recién cumplidos y desapareció de la casa en que vivía con sus padres y hermana el día 30 de Octubre de 1976.
Miguel Sergio Arcuschin había egresado del Colegio Carlos Pellegrini en el año 1974, tenía casi 19 años, estaba casado y desapareció junto a su esposa el 13 de Septiembre del nefasto 1976 en la casa en que se alojaban ambos. Queremos señalarles que Sergio y su esposa Noemí esperaban un bebé, ya que Noemí estaba embarazada de 3 meses.
Nosotros, Marisa Alejandra Braverman y Adrián Horacio Arcuschin, éramos muy jóvenes, ya que teníamos 13 y 17 años respectivamente. Eramos, tal vez, un poco más ingenuos que la juventud actual. Nuestros hermanos confiaban el tener un mundo mejor, pero lamentablemente el horror que se instaló en nuestro país a partir del 24 de marzo de 1976 no se los permitió, ya que en forma abrupta fueron arrancados de nuestros hogares, robándose gran cantidad de cosas, pero por sobre todas las cosas las vidas de ellos, sin duda lo más preciado que puede tener cada ser humano.
Suena increíble tener que hablar en pasado cuando por la juventud de ellos y de los casi 30000 desaparecidos tenían toda una vida por delante.
Hoy queremos contarles que fruto de esa circunstancia, nosotros estamos casados, con tres hijos maravillosos, a los cuales dentro de cada una de sus edades les estamos contando toda lav erdad, para que se eduquen sin odio pero sin desconocer todo el pasado.
Lamentablemente nuestros hermanos no pudieron conocer a nuestros hijos pero hoy en este sencillo y emocionado homenaje queremos decirles a todos uds. que simpre estarán en el corazón de sus hermanos y sobre todas las cosas de sus padres quienes los vieron nacer y crecer dándoles todo el amor y cariño que ellos se merecían para que este horror y genocidio no se repita NUCA MAS. POR LA VIDA Y EL CASTIGO A TODOS LOS CULPABLES.
Muchas gracias en nombre nuestro y de nuestros padres
Daniel Antokoletz era un eminente abogado, doctor en derecho internacional público y profesor universitario. Fue profesor asociado de sociología de relaciones internacionales en la Universidad Nacional de buenos Aires. Su carrera incluyó puestos como el de Jefe de Estudios e Investigación del Instituto de Derecho Público en la Universidad de Belgrano y de Profesor asociado en esa misma facultad; fue Jefe de Estudios en la Universidad Católica de Mar del Plata y trabajó también en forma privada.
Su trabajo particular y su compromiso con el estado de derecho lo llevó a representar presos políticos, tanto en Argentina como en Chile, aún luego del golpe del ’76. Elaboró un informe exhaustivo que presentó al Tercer Congreso de la Asociación Argentina de Derecho Internacional sobre el aumento de violaciones al derecho al asilo. Denunció repetidamente las malas condiciones en las cárceles y las violaciones a los derechos humanos en Argentina.
Desde chico demostró ser una persona excepcional. Su inteligencia y sofisticación no le permitió aceptar los conceptos anticuados que le enseñaban en su escuela secundaria – pero respetaba y aún veneraba a sus maestros. Eligió como opción de vida luchar por la democracia y los derechos – y su labor lo puso amenudo en contra de los intereses de clase. Su
El 10 de Noviembre de 1976 seis hombres armados irrumpieron en su casa en el nombre de las Fuerzas Armadas Unidas, y lo secuestraron a él y a su esposa (quien apareció una semana más tarde). Daniel fue visto en la ESMA. Hay datos de que fue “trasladado”.
Don Néstor Boca y Francisca Aragón tuvieron siete hijos. La familia vivía en circunstancias paupérrimas, padres e hijos se sostenían con changas y tareas transitorias y cirujeaban cuando no había otra. Vivían por la localidad de Maquinista Savio. Varios miembros de la familia militaban en el PRT.
Hugo Alberto Boca, uno de los hijos, fue muerto el 23 de diciembre de 1975 en el ataque al Cuartel de Monte Chingolo. Tenía sólo 17 años. Su cadaver fue enterrado en el cementerio de Avellaneda como NN e identificado por el EAAF.
Don Néstor Boca, de 61 años de edad, fue detenido-desaparecido el 3 o 4 de febrero de 1976. Trabajaba de sereno. Su cuerpo apareció el 7 de enero de 1976 acribillado a tiros, pero la familia no se enteró de su hallazgo hasta el año 2.000.
El 29 de febrero de 1976 fueron secuestrados Francisca Aragón de Boca, de 59 años, Confesor Arévalo y Antonio Arévalo. Confesor y Antonio eran el padre y hermano de Alberto Arévalo, respectivamente. Alberto Arévalo estaba en pareja con María Luisa Boca, otra hija de Don Néstor y Francisco. María Luisa presenció el secuestro escondida entre la ligustrina.
La familia Arévalo provenía de Santiago del Estero, y cuando Alberto Arévalo se enteró de los secuestros, partió hacia Los Juríes, localidad de tal provincia. Allí fue detenido junto a sus hermanos Domingo y Alfredo Arévalo. Los tres fueron trasladados a Tucumán y vistos en el C.C.D. Arsenales de Azcuénaga.
Alberto Arevalo pudo mandar una carta a su madre, diciendole que estaba detenido en Tucumán y que estaba próximo a que le dieran la libertad. Narra en la carta que a su papá, Confesor Arévalo, y a su hermano Antonio, los habían llevado a otro lugar.
Nilda Mabel Boca de Mansilla, otra hija del matrimonio Boca Arévalo, fue secuestrada entre los días 17 y 18 de marzo de 1976 de su domicilio en Maquinista Savio; presentaba un embarazo de 8 meses. Se desconoce su destino o el del hijo o hija que debió nacer.
Eduardito era un muchacho de Nueva Roma con nobles inquietudes humanitarias, que lamentablemente fue tomado por extremista y asesinado del modo más brutal por los brutales de siempre.
Al momento de su muerte, Eduardo trabajaba en el Banco de Intercambio Regional. Había terminado la carrera de Licenciado en Ciencia Política y estaba estudiando Ciencias Económícas, como un modo de complementar su formación y capacitarse como un buen profesional.
En su barrio, Eduardo se destacó por ayudar a los más necesitados y por ser el alma máter de aquella gran obra que es el Dispensario Nueva Roma, que tan importante función social cumple para ayudar a los que menos tienen y que por suerte con los años se ha fortalecido.
El siguiente texto fue escrito por Eduardo Bracaccini, poco antes de morir, en nombre de los dirigentes del Dispensario de la Vecinal Barrio Nueva Roma, donde habla de la importante tarea que realizaba la institución, ayudando a las familias más necesitadas del barrio.
DISPENSARIO
Al cabo de los primeros seis meses del año, el Dispensario Vecinal Nueva Roma, hace público con tremenda satisfacción que la cantidad de personas atendidas en ese lapso ascendió a 2.200. Esta cifra contundente, pone bien a las claras que nuestro querido Dispensario es hoy un elemento de vital importancia para cada vez más amplios sectores populares, en el delicado terreno de la salud. Por esta hermosa realidad, que representan las 2.200 personas atendidas, hoy hacemos propicia la oportunidad para acrecer a todos los que de una u otra manera, nos ayudan y lo hacen posible, a los profesionales, a las enfermeras, a los colaboradores y a los vecinos que la razón última de nuestro esfuerzo. El Dispensario existe por los vecinos y para los vecinos, sin ellos nuestro lema de que “la salud debe estar al alcance de todos”, sería un lema vacío de contenido, pero hoy sabemos y sentimos (y la realidad lo demuestra) que el barrio lo comparte y lo hace suyo.
El siguiente texto fue escrito por algunos de sus familiares y amigos
Como nos imaginaríamos hoy a Eduardo que fuera asesinado hace treinta años por la peor dictadura que asolo nuestra patria?
No podríamos menos que pensarlo tal como era cuando lo mataron: cordial, inteligente, sagaz, irónico, sonriente, solidario y presto acudir al llamado de los otros.
Es casi seguro que hubiera sido político (algunos que bien lo conocían, en un acto en la inauguración de una extensión del Dispensario Nueva Roma, al descubrírsele un placa recordatoria decían: “hubiera sido gobernador..” Otro, funcionario político, el de más alto rango en nuestra ciudad, diría en su discurso, emocionado por la circunstancia, recordando y valorando al amigo fiel: “…de estar aquí, yo hubiera sido su segundo” .
Ese era el Eduardo que eliminaron, no tenían otra forma de deshacerse de la oposición. Más que torturando, matando, y desapareciendo y cobardemente negando lo acontecido. La aparición del cuerpo acribillado de Eduardo, solo obedeció a dejar un mensaje: esto les va a pasar si se oponen.
Por supuesto que por eso se llamó terrorismo de estado, y hoy también a esa dictadura se la llama perversa porque en el más estricto sentido del término, perverso es cuando se le crea angustia al otro. Y la angustia paraliza. Y para llevar adelante un proyecto por sobre todo de acaparamiento de los resortes económicos y en consecuencia de apoderamiento de la riqueza interna, había que paralizar la oposición. Y vaya si lo lograron! Solamente la derrota en Malvinas, y el avance de las manifestaciones obreras posteriores a la guerra lograron devolver las urnas, que estos genocidas, con la soberbia que los caracterizó, decían: “están bien guardadas”.
Ese Eduardo que hoy recordamos con cariño, ya con menos dolor y menos impotencia, se había apasionada por lo que la política podía brindar a los otros, y así no dudó en capacitarse para ello, primero estudiando, y recibiéndose en tiempo y forma de Licenciado en Ciencias Políticas en la UNR. Al poco tiempo decide y así lo hace, estudiar economía en la misma Universidad, pero esta vez compartiendo su tiempo con un trabajo cotidiano cual era el de empleado en comercio exterior de un banco de la época.
Hasta entonces ya había dejado su impronta en nuestra ciudad, a la cual nunca dejó de volver, a pesar de estar radicado en Rosario. Fue uno de los fundadores del Dispensario Nueva Roma, el de su barrio y a él se volcó con pasión y esfuerzo, organizando, buscando y llevando donaciones y trasladando profesionales para la atención diaria de las consultas que ya eran una realidad.
Siempre pensó en los otros, aún a riesgo de su vida, y no hay registro de que las brutales torturas a las que fue sometido, lograran arrancarle nombres ni circunstancias que pusieran en peligro la vida de otros, tal vez eso indique el grado de ensañamiento con que fuera tratado su cuerpo.
Hoy no sólo lo recordamos a él sino a todos los miles de jóvenes que idealizaron y pensaron que era posible un país mejor. Muchos de ellos, como Eduardo, con toda la potencialidad para ser la dirigencia que toda comunidad merece, para lograr una sociedad más justa, más libre, más soberana.
“Lo conocí durante los años 69, 70 y 71, estudiábamos juntos en su casa de Gonnet, recuerdo que tenía muy buen carácter, tranquilo, no dejaba nunca de ir a La Plata a ver a su novia después que terminábamos de estudiar a la noche. Después dejé de verlo porque cursábamos materias en distintos horarios, o estudiamos finales con otros compañeros. En fin, lo que puedo resumir de aquellos años es que lo recuerdo como una excelente persona.” Pol