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Jose Luis D´Andrea Mohr
Argentina
https://www.lanacion.com.ar/politica/fallecio-dandrea-mohr-el-capitan-que-enfrento-al-ejercito-nid53434/
http://www.desaparecidos.org/arg/doc/escuadron/escua06.htm
Era descendiente del invasor inglés Carl Beresford quien estuvo un tiempo preso en Buenos Aires; unos años después vino a vivir aquí una señorita inglesa llamada Mary Brikford Beresford, quien más tarde se casó con José Mohr, primer cónsul prusiano en la Argentina, tatarabuelo del Vasco. La carrera militar parecía llevarse en la sangre de la familia, desde su bisabuelo hasta su padre, todos portaron uniforme.
Fue instructor paracaidista, amante de nuestra Antártida y de la Patagonia como de su gente humilde y en lugar de deshonrar su persona y a las FF.AA. torturando y desapareciendo compatriotas, se colocó decididamente en la vereda de enfrente de los militares genocidas, los que según él mismo decía: “en un ejército sanmartiniano no hubiesen tenido siquiera la honorable tarea de mozos de letrina“.
Egresó del Colegio Militar como subteniente del arma de Ingenieros en 1961. Ya como estudiante dio muestras de rebeldía y dignidad: “Yo jamás, jamás, me arrastré (…) no soy un gusano”, decía. “Era el único que no obedecía esa orden”. Y aunque le llovieron los arrestos, porque lo rebelaban los abusos, el despotismo, terminó los cursos. Afirmaba al respecto que “hay una forma de mandar que se apoya en el sometimiento del otro. Cuanto más pequeñito es un individuo más se siente engrandecido por el sometimiento del otro”.
Continuó dando muestras de su carácter obstinado al negarse a combatir en los enfrentamientos entre “azules” y “colorados” de 1962, ello lo hizo pasible de 35 días de arresto, los primeros de los 305 que cumpliría a lo largo de su carrera. Al producirse en 1963 un nuevo enfrentamiento y una nueva negativa lo metieron preso más de dos meses y al salir lo trasladaron a Río Gallegos, especie de depósito de castigados, donde estuvo dos años.
Su siguiente destino fue el norte de Santa Fe, Villa Ocampo, en el Batallón de Ingenieros de Construcciones 121. Ahí estuvo casi un año, luego fue a Buenos Aires para un curso, se casó, tuvo un hijo y fue miembro de la Expedición Antártica que invernó en la Base Belgrano, la más austral, entre 1967 y 1968, tal como era su anhelo. Cuando volvió, lo mandaron al Batallón de Ingenieros Topográficos 601, luego es destinado a Bariloche a la Compañía de Ingenieros de Montaña 8 y nuevamente a la ciudad capital, a la Compañía de Policía Militar 101, a cargo de una sección de seguridad a la que debía entrenar en toda forma de combate urbano. En ese año, el 17 de noviembre de 1972 Perón regresó al país, ese hecho cambió definitivamente su vida: cuando se encontraba al frente de una compañía de la Policía Militar y recibió la orden de “disolver a un grupo” de personas, que bajo un vendaval quería acercarse a Ezeiza, donde el Gral. Juan D. Perón se disponía a aterrizar después de 18 años de exilio “D’Andrea se quitó el casco y avanzó a parlamentar con los manifestantes. Le salió al paso una anciana de ojos azules que le preguntó “¿Qué, nos van a matar?”. La anciana le recordó a su amada abuela. D’Andrea sonrió, la estrechó en un abrazo y la tranquilizó” y les explicó la manera de continuar sin ser molestados. Ya nada volvió a ser igual.
Al acercarse las elecciones del ’73 la jerarquía militar prevé no entregar el gobierno en caso de que gane el peronismo. A partir de reuniones y conversaciones, organiza a Neuquén, su nuevo destino, como “ciudad liberada” apoyándose en su compañía, el Batallón de Ingenieros de Construcciones 181. Contaban además con 400 casas civiles, con teléfono y auto. Hasta había planeado armar civiles.
Este díscolo oficial fue retirado del ejército en 1976, pero paradójicamente, no por razones políticas sino por negarse a declarar en un Sumario en el que debía hablar de la vida privada (la vida sexual) de mujeres y hombres acusados. Fue sometido a un Tribunal de Honor, al que acusó de inmiscuirse en la vida de los demás en contra de lo que su fundador, el General San Martín, sostenía sobre lo que podía hablarse y lo que no debía hablarse. Pero, a esa altura, confiesa el Vasco, que “hacía unos años que estaba harto del Ejército. Tanto, que se negó a entrar en la Escuela de Guerra, destino imprescindible para avanzar en la carrera”.
Días después se produjo el golpe y fue convocado a participar en un “grupo de tareas”, pero se negó de manera violenta, amenazando de muerte al portador de la propuesta. “Y nadie me molestó nunca más”, porque “las órdenes indignas se cumplen compulsivamente cuando uno está mal formado o es un indigno. Un militar que un día juró defender la Patria hasta perder la vida, y, ante el susto de perder la propia, se dedica a hacer perder las de sus compatriotas, es un traidor”. (Dos años más tarde, al aumentar la escala bélica con Chile, fue convocado al servicio activo).
Alejado de las FF.AA. radicado en el sur, se dedica al periodismo. Hacia 1983 publica artículos en el diario Río Negro en los que criticaba duramente el accionar represivo. Cuando los militares sacaron su ley de autoamnistía escribió en contra de ella, y le hicieron otro Tribunal de Honor que lo sancionó con una descalificación por “falta gravísima al honor”, por haber sido desleal para con la Fuerza, y nuevamente fue arrestado. Publicó su apelación en El Periodista de Buenos Aires, dónde “no hacía ningún descargo sino más cargos”. Dos años más tarde en un Consejo de Guerra era destituido. Para que la humillación sea completa, se le envió a D’Andrea Mohr la Junta Superior de Reconocimiento Médico del Ejército para que evaluara su salud mental. Seis meses después, se entera que se había dictaminado que era “un psicópata, paranoico, inútil para todo servicio militar, disminuido en un cien por ciento para actividades militares y en un setenta por ciento para actividades civiles, con tendencia a desmejorar con los años”. D’Andrea fue expulsado formalmente del Ejército en 1987 por un Consejo Militar que lo tildó de “maniático querulante”, calificativo que, viniendo de quienes venía, lo llenaba de orgullo.
“El Vasco” se había vinculado al Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) y se había recibido de locutor y periodista, publicando notas en el efímero diario Sur, en cuyos artículos ridiculizaba a los militares represores tachándolos de enfermos de “intrapilosis”, mal castrense derivado del prolongado uso de los cascos que hacía que el pelo les creciese por dentro del cerebro. Luego de vencer la desconfianza y el maltrato de muchos progresistas logró escribir en Humor, en La Razón, Página 12 y en La Maga a los que convirtió en trincheras desde donde combatió a los señores de la muerte, al tiempo que el juez español Baltasar Garzón, comenzaba a enjuiciarlos.
Llegada así la oportunidad, pone a disposición del mismo todo el material documental recopilado que culminaría poco tiempo más tarde en lo que fue Memoria Debida (De vida), un libro que “reúne la historia de la violencia política moderna en la Argentina; la ideología devenida del extranjero, como la “Escuela de las Américas”, la propia ideología introducida a través de la Vicaría Castrense; y los desaparecidos”. En suma, en él “está desarrollado todo lo que podemos saber hoy del terrorismo de Estado”. Incluso en 1998 se presenta ante dicho juez a prestar declaración. Otro texto muy importante de su puño y letra, es El Escuadrón Perdido, en el cual denuncia la desaparición de 129 conscriptos y en donde sentenciaba, en referencia a los decretos de aniquilamiento del accionar subversivo que “Los decretos no imponían un golpe de estado. El aniquilamiento consiste en impedir que el oponente quede en condiciones e continuar la lucha. Durante el combate puede haber muerte o heridos, pero continuar la agresión contra prisioneros se llama exterminio, y esa palabra no figura en manual alguno“. Ambas investigaciones fueron de gran utilidad para conocer el mecanismo de desaparición de militantes, sus responsables, etc., y sirvieron de pruebas y apoyo documental para radicar denuncias penales contra los genocidas, incluso en una de ellas, que lleva su firma, se denuncia a Henry Kissinger por su participación en las matanzas en América Latina. Colaboró también con las Abuelas de Plaza de Mayo en la búsqueda de nietos apropiados por los captores.
Expulsado de su paraje patagónico por apoyar una huelga, se incorpora junto con el Capitán Federico Mittelbach, el Tte. Cnel. Jorge Mittelbach, el ex Cnel. Juan Jaime Cesio también expulsado del Círculo Militar y descalificado por falta gravísima al honor, el Cnel. José Luís García y el Cnel. Horacio Ballester, actual presidente, entre otros, al CEMIDA (Centro de Militares para la Democracia Argentina), institución militar que optó “estar con los desaparecidos contra los métodos nazis de nuestros militares”.
Este bravo militar, que retó a duelo a Cristino Nicolaides y se jactaba de que no había sido perseguido por los militares genocidas sino de haber sido él quien los persiguió a ellos, en una ponencia dictada en la ciudad de Sevilla llegó a afirmar que “por carencia de objeto social” las FF.AA. deberían disolverse en todo el cono sur de América.
Poco tiempo después encontraría en el cáncer un nuevo enemigo. Si bien había sido expulsado del Ejército conservaba su obra social y ante la falta de recursos para atenderse en otro sitio, D’Andrea Mohr se atendió en el Hospital Militar, donde murió el jueves 22 de febrero a causa de una septicemia. Previamente, aunque sin que él lo pidiera el General Ricardo Brinzoni, a partir de gestiones que había iniciado el General Martín Balza, le restituyó su grado de Capitán.
En el último mail que envía, el día anterior a su ingreso en el hospital militar, se despedía como legando un mandato: “Besos y sigan adelante aunque el horizonte huya. José Luís“.
Bruschtein, Luís. En http://www.asociacionsere.org.ar/material/jldm.htm
D’Andrea Mohr, José Luís. El Escuadrón Perdido…y desaparecido, Bs.As., Planeta, 1988.
D’Andrea Mohr, José Luís. Memoria debida (De vida), Bs.As., Colihue, 1999.
D’Andrea Mohr, José Luís. Ponencia de las Jornadas de Debate y Reflexión FF. AA. y Derechos Humanos: ¿Es posible alcanzar el equilibrio?”. Sevilla, 22 al 24 de Marzo, 1999, en http://www.paginadigital.com.ar/articulos/.
Gilio, Maria Esther. Conversacion con Jose Luís D’Andrea Mohr un militar diferente, 20de julio de 1998, en http://www.ser2000.org.ar/Archivo/d000e5de.htm.
http://www.clarin.com/diario/2001/02/24/p-01301.htm.
http://www.pagina12.com.ar/2000/00-01/00-01-26/contrata.htm.
Kohan, Néstor. Venezuela y la batalla internacional de la Revolución Bolivariana, en Rebelión, 11/8/2004.
Salinas, Juan José. Semblanza publicada el 24 de febrero 2001 en http://www.paginadigital.com.ar/articulos/2002rest/.
(*) Profesor en Historia
https://www.taringa.net/+info/jose-luis-d-andrea-mohr-1939-2001-militar-argentino_12x547